martes, 8 de junio de 2010

El Valle de los Gigantes




Al encuentro de los gigantes verdes
Fotografía de Rodrigo Vázquez Mendoza

Al encuentro de los gigantes verdes

En el Valle de los Gigantes la historia tiene forma de cactus. Este territorio de la península de Baja California, comprendido entre el Golfo de California y la Sierra de San Pedro Mártir, está habitado por majestuosos cactus de más de 17 metros de altura. Encontrarse con ellos es contemplar de frente una de las caras más vivas del desierto.

Una de las promesas mejor guardadas de Baja California es el Valle de los Gigantes. Su nombre, que suena a misterio, seduce de entrada a los viajeros que buscan entrar en contacto con la naturaleza extrema. Por ello, al recorrer los caminos de la parte norte de la península es obligada una visita al lugar donde reinan los grandes cardones, majestuosos cactus de más de 17 metros de altura y una vida que se cuenta en centenas de años.

Para llegar hasta ahí, lo mejor es emprender el camino desde Mexicali, tomando la carretera número cinco con destino a San Felipe, y rentar un vehículo de doble tracción. No hay que despreciar esta última recomendación, sobre todo si se desea descubrir los secretos que aguardan al final de los caminos del desierto; una tentación para los aventureros intrépidos. Y es que la curiosidad puede ser la mejor aliada en este viaje.

La carretera Mexicali-San Felipe está en muy buenas condiciones, por lo que las dos horas de trayecto se convierten en una suave introducción a estos territorios secos que conviven con el Golfo de California. Antes de encontrarse con los gigantes, es pertinente detenerse en San Felipe, pueblo de experimentados pescadores y conocido en la región como uno de los lugares en donde se puede comer el mejor camarón de la península. En el malecón se venden los sencillos —pero famosos— tacos de camarón de San Felipe, y en los restaurantes cercanos a la plaza se puede encontrar un más refinado estofado de camarón.

Hace unas décadas, San Felipe era sólo visitado por unos cuantos aficionados a la pesca deportiva. Muchos iban en busca de la tatoaba, especie de pez que sólo puede encontrarse en el Golfo de California, y que llega a medir dos metros y pesar 130 kilos. Ahora está en peligro de extinción y, por lo tanto, su pesca es ilegal, por lo que las únicas tatoabas que pueden verse en San Felipe son las que se encuentran en las fotografías del restaurante La Hacienda de la Langosta Roja, uno de los mejores para probar platillos tradicionales —que tienen como protagonistas enormes camarones y langostas—, y también comida internacional.

Ahí, en La Hacienda de la Langosta, encontramos a Efrén. Con 20 años a cuestas, este sonriente joven originario de Hidalgo decidió hacer una escala en su viaje hacia Estados Unidos. Su recompensa ha sido observar desde la playa, durante meses, mantarrayas y ballenas grises. Su descripción de este espectáculo natural se limita a una sola frase: “Es toda una experiencia”.

En busca de esa experiencia, decenas de turistas canadienses y estadounidenses han hecho de San Felipe su lugar de refugio durante el invierno. Se trata de parejas de jubilados o familias que dejan a los niños jugar en el malecón o la playa, a pesar de que no es muy apta para nadar —en invierno el agua es muy fría—, y salen por las mañanas a observar decenas de pelícanos; o a observar esplendorosos atardeceres. Además, esta playa es ideal para practicar kayac. Pero la playa más bella es la que se encuentra hacia el norte de San Felipe, muy cerca de las dunas. Ahí, las olas realizan tatuajes temporales en la fina arena.

La tranquilidad que se vive durante enero y febrero contrasta con el aire de fiesta que se respira durante el verano, cuando adolescentes estadounidenses aprovechan sus vacaciones para hacer de San Felipe una pista permanente de baile.

DESIERTO ADENTRO
Pese a que el Valle de los Gigantes se encuentra a tan sólo 20 minutos de San Felipe, muchos de los habitantes del pueblo no lo conocen, y se trata de una de las mayores joyas naturales de Baja California. Hay dos explicaciones principales: la primera, y de mayor peso, es que el valle está en terrenos que son propiedad privada, en el Rancho Punta Estrella, por lo que el lugar se encuentra cercado y hay que pagar alrededor de cinco dólares —o su equivalente en pesos—, por cada vehículo que ingresa. La segunda es que para muchos de los habitantes de San Felipe, sobre todo para quienes nacieron aquí, los cactus forman parte de su cotidianidad; a la mayoría no les causa gran emoción adentrarse al desierto para ver cardones y otros ejemplares de flora única en el mundo. ¡Lo que es perder nuestra capacidad de asombro!

Para encontrarse con los gigantes del desierto, hay que llevar agua, botas para caminar y ropa que permita cubrirse del sol. La carretera que se debe tomar es San Felipe-Puertecitos; en el kilómetro 14, de lado derecho hay un camino de terracería que justo termina donde una vieja reja indica el comienzo del Rancho Punta Estrella. No hay que desistir si la puerta está cerrada. En cualquier momento llegará el encargado de abrirla y de cobrar la cuota que permite entrar al reino de los cactus.

Lo mejor es recorrer los primeros kilómetros en auto y, cuando comienzan a aparecer los primeros cardones gigantes, continuar el recorrido a pie. Conforme se adentra uno al valle, el paisaje se transforma en un bosque de cardones que a contraluz parecen las delgadas manos de algún gigante. Su tronco, alargado y terroso, es una columna viviente, delgada, que en su parte superior despliega las ramificaciones, como si fueran los cadavéricos dedos de la mano de ese gigante que habita en las entrañas de la Tierra. Al pararse junto a él, es inevitable levantar la vista para mirar cómo el café que abarca casi todo su tronco, deja lugar al verde que pinta las partes más nuevas de este viejo lleno de líneas que lo recorren de abajo hacia arriba, como si se tratara de arrugas.

El asombro crece conforme se está junto al primero y se mira el segundo o el tercero. Después, los cardones se multiplican y es imposible contarlos. La emoción que se siente al estar junto a ellos es igual de grande que su tamaño y su historia, que puede sintetizarse con algunos datos que sacudirán a los incrédulos: los cardones gigantes sólo crecen en el desierto de Baja California, sus raíces se extienden aproximadamente 30 metros; su semilla mide menos de un milímetro; cuando cumplen 15 años su altura promedio es de 30 centímetros y no es sino hasta los 75 años cuando comienzan a florecer y producir semillas. Así que las inmensas esculturas vivientes que habitan en este valle tienen más de 200 años.

Se puede uno pasar horas y horas admirándolos, resguardadas por pequeñas formaciones montañosas, y compartiendo su espacio con otras plantas de la región, como las biznagas, esos cactus en forma de pelota, habitados por espinas que confirman que la naturaleza también sabe de geometría. En este valle hay de todos los tamaños, desde pequeñitas hasta ejemplares de medio metro de diámetro. También está la gobernadora, arbusto que hace honor a su nombre al extenderse como dueño y señor por la zona; sus ramas sirven de refugio y sombrilla a varios habitantes del desierto.

El silencio que reina en la zona sólo se rompe cuando, de entre los pequeños arbustos, sale alguna liebre o un correcaminos, una pequeña muestra de la fauna que comienza a despertar cuando llega el atardecer. Pues aquí el tiempo se mide de distinta forma; los cactus se resisten a ir de prisa y, como los hombres del desierto, llevan en su piel la marca del sol, el viento y la arena.

EL BLANCO REGRESO
Camino hacia San Felipe, es recomendable parar en la zona conocida como “Las dunas”, unos cuantos minutos antes de llegar al poblado; ahí, el viento dibuja delgadas líneas en los montículos de arena fina que están a sólo unos cuantos pasos de la playa.

Una segunda visita obligada es en el trayecto de regreso a Mexicali. A poco más de treinta minutos de haber dejado San Felipe está una salida hacia la salinera Año de Juárez 1972. El pequeño y angosto camino podría desanimar a varios, pero después de algunos minutos de trayecto los que continúen se encontrarán con un mar de color blanco. Es necesario pedir autorización a los trabajadores de la salinera para poder encontrarse con más de tres mil hectáreas de campos de sal, la mayoría de ellos aún vírgenes.

GUÍA PRÁCTICA

DÓNDE DORMIR
Lo ideal es pasar las noches en San Felipe. El poblado cuenta con todos los servicios necesarios, sobre todo si se viaja con niños (lo ideal es que sean mayores de ocho años por la caminata en el Valle de los Gigantes).

HOTEL CORTÉS
Avenida Mar de Cortés s/n
T. 52 (686) 577 1055
F. 52 (686) 577 1752
Está en la playa de la bahía de San Felipe, por lo que sus vistas son excepcionales a cualquier hora del día. Además tiene alberca y restaurante.

HACIENDA DE LA LANGOSTA ROJA
Calzada Chetumal 125
T. 52 (686) 577 0483
F. 52 (686) 577 0484
Habitaciones dobles en 85 dólares más impuestos.
Ofrece buen servicio, tranquilidad y una buena variedad gastronómica en su restaurante.

SITIOS PARA ACAMPAR

CAMPO NÚMERO UNO
Avenida Mar de Cortés Norte s/n
T. 52 (686) 577 1139

KIKI'S RV CAMPING
Avenida Golfo de California 703
T. 52 (686) 577 1442

DÓNDE COMER
En San Felipe se puede encontrar desde tacos de pescado (muy recomendables), en los puestos que están en el malecón, hasta muy buena comida italiana. Pero lo mejor es probar la comida tradicional de Baja California, como la machaca de langosta.

RESTAURANTE ROSITA
Avenida Mar de Cortés 381
T. 52 (686) 540 6218

HACIENDA DE LA LANGOSTA ROJA
Chetumal 398
T. 52 (686) 577 0483
De 7 a 23 horas.

RESTAURANTE-BAR GEORGE'S
Avenida Mar de Cortés 336
T. 52 (686) 577 1057
De 6 a 22 horas.

CÓMO LLEGAR
De Mexicali tomar la carretera número 5, que llega al poblado de San Felipe. Ahí, seguir hacia el sur por la carretera hacia Puertecitos. Unos 15 kilómetros más adelante, muy cerca del Campo Punta Estrella, está el camino que lleva al Valle de los Gigantes.




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